Dos generaciones de israelitas: creciendo con tus hijos (Josué 24:31 y Jueces 2:10)

Imagínate si hubieras sido uno de los niños hebreos que salieron de Egipto con sus padres. Digamos que en aquel tiempo tenías  ocho años, lo suficientemente grande como para tener recuerdos de Egipto, no solamente de la vida diaria sino también de la esclavitud. Te habrías asustado cuando el ejército egipcio los persiguió, pero también de habrías maravillado al ver abrirse el mar Rojo para que pudiera pasar por allí.

Tendrías muchos recuerdos de haber crecido en el desierto, ya que estuvieron vagando por él que tuviste cerca de 50 años. Probablemente te habrías aburrido del maná y también habrías visto en esos años a tus padres y los demás adultos haciendo las cosas mal y saliendo lastimados como consecuencia y finalmente haciendo las cosas bien y siendo recompensados por ello. Habrías cruzado milagrosamente el río Jordán, tomado parte en la victoria sobre Jericó y habrías establecido a tu familia en la largamente esperada tierra prometida.

Ahora trata de imaginar que naciste 60 años después. Habrías nacido siendo libre, creciste en un lindo hogar, en una propiedad grande, maravillosa y fructífera. Tal vez tu papá habría salido de viaje de vez en cuando, ayudando a Josué en sus conquistas posteriores en la tierra prometida; pero aparte de eso la vida sería buena. Puede ser que escucharas hablar del viaje que tus padres o abuelos hicieron a través del desierto, y nacieras. Serías un adolescente cuando, proco antes de morir, Josué reunió a los líderes de Israel e hizo que todos dijeran que "servirían al Señor" (Josué 24: 1,14-18), pero tu probablemente pensarías que eso era sólo una cuestión religiosa. Te reunirías con algunos de tus vecinos cananitas y descubrirías que todos tenían ideas diferentes acerca de la religión.

Siempre me ha parecido extraño que la generación de israelitas llamados obstinados y "duros de cerviz" (Éxodo 32:9) que fue condenada a morir en el desierto crió una generación de israelitas excepcionales que sirvieron a Dios y conquistaron Canaán. Por el contrario, la generación que conquistó la tierra prometida crió una generación que no conocía ni seguía a Dios (Jueces 2:8-12).

¿No sería una conclusión obvia que los padres piadosos crían hijos piadosos y que padres impíos tienden a criar hijos impíos? No es necesariamente así y la Palabra lo demuestra. Si buscamos en esta historia, encontraremos una clave para la crianza de hijos piadosos: dar a conocer a Dios a nuestros hijos.

La palabra "conocer" no quiere decir "saber acerca de", sino implica  "conocer personalmente" de la manera que uno conoce a un amigo cercano. Los niños que crecieron en el desierto vieron a sus padres luchar y echarlo todo a perder, aprender y finalmente hacer las cosas bien. Vieron y experimentaron de primera mano el crecimiento espiritual y de esa manera aprendieron a conocer a Dios.

En la generación criada en la comodidad de la tierra prometida, por otra parte, la mayoría tenía padres que estaban satisfechos con sus vidas y había relegado a Dios a un segundo plano. Algo semejante pasa hoy día; apenas le damos una mirada a Dios los domingos y esto nos vuelve letárgicos en nuestra fe y comenzamos a retroceder. Comenzamos a concentrarnos más en nuestras vidas terrenas y menos en la eternidad. Los hijos criados en este tipo de atmósfera no ejercitan ni aprenden cómo se llega a conocer a Dios. Aún cuando están recibiendo un poco de doctrina en la iglesia, si carecen de un ejemplo hogareño de cómo vivir la fe, entonces probablemente terminarán en una triste condición espiritual.

La generación de padres que lo hizo bien fue la que falló y luchó. Pero siguieron buscando a Dios, continuaron aprendiendo y creciendo y de esa manera demostraron cómo llegar a conocer a Dios. De aquí aprendemos que, como aquellos padres que luchaban en el desierto, no tenemos que ser gigantes espirituales y hacer todas las cosas bien para criar hijos piadosos. Ser cristiano no se trata de ser perfecto de la noche a la mañana ni fingir serlo. Se trata de crecer día tras día en la gracia de Dios.

Consejos prácticos para los padres de hoy

Debemos hacerles saber a nuestros hijos que no somos perfectos en nuestro caminar con Dios. Hacemos las cosas mal y pecamos, pero estamos comprometidos con Dios y estamos creciendo junto a ellos, caminando en fe, en la gracia de Dios, un día tras otro. Entonces ellos aprenderán como crecer espiritualmente viendo como lo hacemos nosotros. Debemos anhelar buscar a Dios y mantener la transparencia con nuestros hijos, si queremos que ellos sean una generación que realmente conozca a Dios.